Relatora Especial sobre los Derechos de Pueblos Indígenas: «Encíclica papal da esperanza a los pueblos indígenas»

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La Relatora Especial sobre los Derechos de Pueblos Indígenas de la ONU, la sra. Victoria Tauli-Corpuz publica en su blog un artículo sobre la nueva encíclica ecológica del papa Francisco, Laudato Si’. En la publicación, que lleva como título Encíclica papal da esperanza a los Pueblos Indígenas, señala, entre otras cosas, que para los 370 millones de indígenas del mundo, muchos de los cuales viven en rincones olvidados y remotos del mundo, las palabras del Papa ofrecen esperanza – independientemente de que se compartan o no sus creencias espirituales.

«Como unas de las primeras víctimas del cambio climático en virtud a su dependencia de los recursos naturales del mundo, estas comunidades se encuentran en la primera línea de la crisis ambiental. Ellas están actuando como David contra gobiernos y empresas deseosos de destruir sus bosques vírgenes, campos y arroyos para construir minas, represas y plantaciones agrícolas, todo en el nombre de lo que el Papa llama a un sistema económico ‘desechable'», señala en una parte, la sra. Victoria.

A continuación, el texto completo: 

«El Papa Francisco emite una muy esperada encíclica sobre el ser humano, la religión y el medio ambiente, un texto que espera influir en el resultado de las conversaciones sobre el clima que se realizan en diciembre en París. Nosotros ya sabemos de qué lado está.

Durante una visita en enero a los poblados devastados por un tifón, en Filipinas -mi país- , hizo un llamado a la humanidad para proteger la tierra, a la que llamó «un hermoso jardín para la familia humana.» Y el ganó titulares el año pasado cuando calificó como un «pecado», a la destrucción de las selvas tropicales de América del Sur.

Para 370 millones de indígenas del mundo, muchos de los cuales viven en rincones olvidados y remotos del mundo, las palabras del Papa ofrecen esperanza – independientemente de que se compartan o no sus creencias espirituales. Como unas de las primeras víctimas del cambio climático en virtud a su dependencia de los recursos naturales del mundo, estas comunidades se encuentran en la primera línea de la crisis ambiental. Ellas están actuando como David contra gobiernos y empresas deseosos de destruir sus bosques vírgenes, campos y arroyos para construir minas, represas y plantaciones agrícolas, todo en el nombre de lo que el Papa llama a un sistema económico «desechable».

Demasiados activistas indígenas se han convertido en mártires de este movimiento. Un reciente informe de Global Witness estima que sólo el año pasado, 116 activistas ambientales murieron mientras trataban de proteger sus tierras de las empresas, y de madereros ilegales, narcotraficantes y otros, cuyas actividades criminales destruyen nuestros bosques. Entre estos combatientes, en su mayoría indígenas, siete activistas eran de Argentina, país del Papa.

Ecuador, como es sabido, fue escenario de uno de los primeros y más notorios casos de violencia ambiental contra los pueblos indígenas que habitan la selva. Entre los años 1970 y la década de 1990, Chevron vertió deliberadamente miles de millones de galones de desechos tóxicos y petróleo en los ríos de la Amazonía ecuatoriana, causando la destrucción de los arroyos, bosques y tierras de cultivo y causando defectos congénitos, cáncer y pobreza en seis grupos indígenas que viven allí.

Estos grupos se defendieron con demandas en los EE.UU. y Ecuador, pero después de más de dos décadas de largas batallas judiciales, Chevron se ha negado a admitir que causaron daño. Este caso reveló al mundo la dificultad de proporcionar un campo de juego nivelado para los pueblos indígenas, quienes son los más vulnerables al cambio climático, y los más importantes en la búsqueda de una manera de reducirlo. Sin embargo, el caso no ha logrado detener la violencia que sigue poniendo en peligro a los pueblos indígenas.

Las conversaciones sobre el clima en París habrán fallado si los negociadores no reconocen la relación entre los pueblos indígenas y el cuidado de los recursos naturales del mundo.

Aunque a menudo etiquetado por empresarios y funcionarios del gobierno en algunos países como un rechazo egoísta a abrazar la modernidad y una nueva forma de vida, esta búsqueda para salvar las tierras indígenas y los bosques está motivada por una profunda creencia espiritual en la necesidad de proteger a la Madre Tierra.

Ya sea que las voces provengan de las comunidades indígenas de los bosques del Chaco de Paraguay o de las Primeras Naciones de Canadá, se escucha el mismo mensaje en todos los continentes: los pueblos de la selva tratan de honrar los espíritus de nuestros ancianos y asegurar que las generaciones futuras puedan preservar sus tradiciones y estilo de vida.

Su trabajo nos beneficia a todos. Frenar las actividades de las grandes empresas que acaparan y destruyen nuestras tierras significa reducir la cantidad de dióxido de carbono liberado a la atmósfera. La prevención de la deforestación también ayuda: los bosques funcionan como pulmones del planeta, filtran y limpian el aire. Los estudios han demostrado que los 513 millones de hectáreas de bosques que las comunidades indígenas protegen almacenan 37.7 billones de toneladas de carbono, convirtiendo a los pueblos indígenas en una potente y valiosa fuerza en los esfuerzos globales para acabar con el cambio climático.

En discursos recientes sobre el clima, el Papa ha subrayado el deber de la humanidad «de labrar la tierra y mantenerla .» Durante siglos, los pueblos indígenas que manejan de manera sustentable sus bosques han sostenido esta relación armoniosa entre la gente y su entorno natural. Comunidades de todo el mundo tienen éxito en «mantener» sus bosques, mientras que «labran» con el máximo cuidado para asegurar fuentes de ingresos sostenibles, de miel silvestre, frutas y pescado. Toman lo suficiente para vivir y prosperar, nada más.

El Papa sin duda estará de acuerdo en que los pueblos indígenas ofrecen lecciones inestimables a un mundo que busca un futuro sostenible para evitar lo que él llama el «saqueo» de la naturaleza. Es hora de que los líderes, los directores generales y los inversores que dicen que se preocupan por el medio ambiente, finalmente reconozcan que los pueblos indígenas son una parte importante de la solución al calentamiento global. Y los gobiernos, por su parte, deben reconocer a los indígenas fuertes derechos, sin ambigüedades, sobre la tierra en la que viven. Las investigaciones han demostrado que las tasas de deforestación son significativamente más bajas en los bosques administrados por las comunidades en donde sus derechos son fuertes y reforzados por las autoridades locales y nacionales.

La comunidad internacional también debe tomar nota: las próximas conversaciones sobre el clima en París no serán suficientes para alcanzar una solución completa si los negociadores no reconocen este vínculo entre los derechos indígenas y el cuidado de los recursos naturales del mundo.

Como miembro del pueblo Kankana-ey Igorot de Filipinas, al igual que el Papa, estaba profundamente conmovida por la destrucción que dejó en el paso del tifón Haiyan. Mis hermanos y hermanas indígenas perdieron sus casas, barcos y medios de vida, y todavía se están recuperando del trauma. Viven vidas sencillas y sostenibles, en armonía con los bosques, los océanos y las montañas alrededor de ellos, sin embargo, terminan recibiendo los peores efectos del cambio climático. Ellos no están solos. En los Andes de Perú, el deshielo de los glaciares amenaza la vida de los indígenas quechuas, y en los tramos del norte de Escandinavia y Finlandia, los pastores samis están viendo como las poblaciones de renos disminuyen mientras se calienta el clima. Y en los bosques amazónicos de Ecuador, Brasil y Bolivia, los pueblos indígenas están encontrando como sus selvas se están secando.

Esperamos que al tener un Papa visionario de nuestro lado, ayudará al mundo a darse cuenta de qué es mejor para los pueblos indígenas, el medio ambiente y el resto de la humanidad, cuando somos libres para centrarnos en preservar nuestro colectivo «precioso jardín» para las generaciones futuras, en lugar de luchar por nuestras vidas».

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