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«Hoy más que nunca es necesario que nuestros Estados protejan y garanticen los derechos de los Pueblos Indígenas a la salud, desde un enfoque intercultural»

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La región Sur del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA), red de la que también forma parte la Federación por la Autodeterminación de los Pueblos Indígenas (FAPI), alerta a través de un comunicado a los Estados sobre la doble situación de vulnerabilidad que sufren los Pueblos Indígenas frente al Coronavirus, debido a que siguen siendo excluidas y excluidos del sistema de salud pública y cuentan con altas tasas de anemia y desnutrición que afectan el sistema inmunológico y dejan sumamente expuestos y expuestas a enfermedades “comunes” como la hepatitis B, la tuberculosis, la malaria o el dengue.
En un comunicado expresan su preocupación ante las medidas de los gobiernos, que solo se centren en medidas sanitarias y bonos económicos, dejando de lado el problema estructural: Las desigualdades sociales. Asimismo, indican que la vulnerabilidad a enfermedades traídas desde afuera no es nueva por lo que alegan que está «dramáticamente inscrita en su historia de resistencia» y piden que se garantice su derecho a la salud intercultural.

«La llegada del coronavirus al continente ha sacado a la luz estas desigualdades y otras más que han permitido que unos pocos acumulen casi toda la riqueza, mientras otros sobrevivan con menos de un dólar al día.Ahora, los Estados y la cooperación internacional sabe que no es tan fácil dar recomendaciones de higiene para prevenir el virus si no todos podemos lavarnos las manos, usar alcohol o quedarnos en casa sin trabajar. Es un contexto difícil para quienes son vulnerables, porque no tienen para cubrir algo tan básico como su alimentación, pero también, para quienes, teniendo en la naturaleza su mercado, no podemos acceder a un sistema de salud pública que nos atienda oportunamente», señala una parte del documento.

A continuación, compartimos el comunicado completo de la región Sur del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas ante la Emergencia Global del Coronavirus: 

«Para salir de esta emergencia global es necesario que la lucha sea integral. Es decir, que enfrente también las injusticias sociales que hoy hacen que unas personas seamos más vulnerables que otras. No es posible que 500 años después de la invasión de América, los pueblos volvamos a correr el riesgo de ser exterminados por una pandemia. Si tanto nos jactamos de ‘avanzar en la civilización’, empecemos por cerrar esas brechas de desigualdad, y caminemos juntos hacia el buen vivir.
Hace más de 500 años, los pueblos indígenas de América éramos cerca de 70 millones. 130 años después fuimos reducidos a poco más de tres millones. Una mitad fue asesinada por los colonizadores; y la otra, falleció por las pestes que llegaron con ellos. Gripe, viruela, sarampión, tifoidea y otras epidemias casi terminan con nosotras y nosotros. Pero no pudieron. Y hoy, cinco siglos después, aquí estamos, sobreviviendo y resistiendo a las nuevas formas de despojo que pretenden aniquilarnos. Hablamos de las actividades extractivas, de la deforestación de la Amazonía, de la pérdida de la biodiversidad. Desde la Amazonía hasta los Andes, las mujeres y los pueblos indígenas estamos diciéndole a la sociedad y a los Estados que seguimos en pie y que el continente americano también tiene rostro indígena.
Día a día, las mujeres de más de 500 pueblos indígenas defendemos nuestros territorios, mientras luchamos por contar con servicios básicos en nuestras comunidades: una red de agua, electricidad, un centro de salud, un colegio. Se trata de realidades normalizadas, tanto por los Estados, como por las grandes empresas.
Sin embargo, la llegada del coronavirus al continente ha sacado a la luz estas desigualdades y otras más que han permitido que unos pocos acumulen casi toda la riqueza, mientras otros sobrevivan con menos de un dólar al día. Ahora, los Estados y la cooperación internacional sabe que no es tan fácil dar recomendaciones de higiene para prevenir el virus si no todos podemos lavarnos las manos, usar alcohol o quedarnos en casa sin trabajar. Es un contexto difícil para quienes son vulnerables, porque no tienen para cubrir algo tan básico como su alimentación, pero también, para quienes, teniendo en la naturaleza su mercado, no podemos acceder a un sistema de salud pública que nos atienda oportunamente.
Son estas realidades las que hoy nos llaman a las mujeres que somos parte de la región Sur del Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA) para alertar a nuestros Estados sobre la doble situación de vulnerabilidad que sufrimos los pueblos indígenas frente al coronavirus, debido a que seguimos siendo excluidos del sistema de salud pública y contamos con altas tasas de anemia y desnutrición que afectan a nuestro sistema inmunológico y nos dejan sumamente expuestos y expuestas a enfermedades “comunes” como la hepatitis B, la tuberculosis, la malaria o el dengue.
Hoy más que nunca es necesario que nuestros Estados protejan y garanticen nuestro derecho humano a la salud, desde un enfoque intercultural. Esto significa que las medidas destinadas a combatir el coronavirus incluyan la implementación de centro de salud con pertinencia cultural cerca de nuestras comunidades, y también que ordenen la paralización de cualquier actividad extractiva, pues estos megaproyectos, además de que destruyen nuestros territorios, pueden ser focos para la propagación del virus.
Somos sobre todo las mujeres indígenas quienes tenemos en nuestras manos la salud y la alimentación de nuestras familias en nuestras comunidades, las que cuidamos conservando y transmitiendo nuestros saberes y prácticas ancestrales. Y hoy queremos que las acciones del coronavirus también consideren el peligro latente que significaría la llegada del coronavirus a nuestros territorios.
Nuestra vulnerabilidad a enfermedades traídas desde afuera no es nueva. Está dramáticamente inscrita en nuestra historia de resistencia. Por ello es que hemos cerrado nuestras fronteras y demandamos que se garantice nuestro derecho a la salud intercultural. Y es por eso que nos preocupa que todas las medidas se centren en medidas sanitarias y bonos económicos, dejando de lado el problema estructural: las desigualdades sociales.
También queremos llamar la atención al hecho de que los Estados prefieran apoyar la continuidad de las grandes empresas extractivas en lugar de hacer cumplir la cuarentena para todas y todos. ¿O acaso la cuarentena también tiene clase social?
Las mujeres de la Región Sur del ECMIA exigimos la paralización de actividades extractivas como la minería y el petróleo en nuestros territorios. En muchos de nuestros países, se ha exceptuado de las medidas de cuarentena a estas actividades, multiplicando el riesgo para nuestra salud. Del mismo modo, las agroexportadoras siguen operando y son focos de infección para lugares urbanos. ¿Quién fiscaliza que realmente se cumpla con las medidas de bioseguridad y que estas actividades no sirvan para movilizar personas? El día de ayer en Perú, la Policía Nacional detuvo a un representante de empresa agroexportadora Passion Fresh luego de haber movilizado a 25 personas desde la ciudad Piura hasta la región Áncash, incumpliendo la cuarentena y exponiendo a todo el país.
En Ecuador, donde los casos de coronavirus superan los 3.700, la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonia Ecuatoriana (CONAIE) decidió suspender sus actividades y restringir la entrada y la salida de personas ajenas a sus pueblos. Lo mismo hicieron distintas organizaciones de base reunidas en esa confederación. La Nacionalidad Achuar de Ecuador (NAE) ha cerrado el ingreso de turistas a su territorio. ‘No quiero imaginarme si llega el COVID-19 a las comunidades que no están preparadas, no hay hospitales, ni sitios donde puedan enfrentarlo’, dijo la lideresa kichwa de Sarayaku Patricia Gualinga en una entrevista a EFE. Y, en efecto, el coronavirus representaría una forma de exterminio contra los pueblos indígenas.
La Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP) ha emitido diversos pronunciamientos en el mismo sentido, demandando el derecho humano a la salud pública y el fortalecimiento de nuestra actividad económica propia, que tiene que ver con nuestro derecho a la soberanía alimentaria que hoy lo estamos demostrando en la subsistencia en nuestras comunidades.
En Colombia, comunidades indígenas Ingas y Kamëntsas del Alto Putumayo se han unido para salvaguardar el territorio ante la emergencia del coronavirus. Y la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca informó que en 17 de sus 22 territorios se han reportado riesgos de contagio. Por ello tienen 980 guardias activos las 24 horas para la protección de la comunidad frente a la pandemia. En este país se siguen asesinando líderes indígenas en plena pandemia. Ómar Guisurama Nacabera y Ernesto Guisurama Nacabera, líderes indígenas embera, fueron asesinados en un ataque contra su familia, que se encontraba cumpliendo la cuarentena obligatoria.
Mientras tanto, en la frontera con Venezuela, los yukpas (colombianos y venezolanos) se encuentran en estado de indigencia hasta en 15 ciudades de Colombia. Se trata de un pueblo seminómada, que hoy, literalmente, se alimenta de los basureros. Todo esto ocurre, mientras el gobierno de los Estados Unidos ha decidido ejecutar acciones militares con el despliegue de tropas navales y aéreas próximas a Venezuela, bajo el pretexto de evitar el envío de drogas hacia su territorio. Realmente, es lamentable que en plena emergencia global, los gobiernos hegemónicos se preocupen más en acumular poder que en salvaguardar la vida de los seres humanos.
“No nos vamos a morir por el virus, nos vamos a morir de sed”, le dijo Nicodemo Tomás, del pueblo wichi de Collins (Argentina), al diario Clarín. Y, una vez más, sus palabras interpelan a los Estados, pues además de que nuestros hermanos y hermanas no puedan cumplir con las disposiciones básicas de higiene, hasta ahora, siglo XXI, siguen sin tener acceso al derecho humano al agua.
En el estado de Amazonas (Brasil), una hermana del pueblo Kokama, de 20 años, fue contagiado de coronavirus por un médico no indígena perteneciente a la Secretaría Especial de Salud Indígena (SESAI). El riesgo de contagio es inminente y hoy las organizaciones indígenas de Brasil vienen pidiendo al Gobierno que garanticen sus derechos colectivos e individuales. Y también a que frenen las actividades de las misiones evangélicas, pues, además de que buscan imponer sus creencias sin respeto de la autonomía indígena, hoy ponen en peligro la salud de nuestras hermanas y hermanos.
En Paraguay, el pueblo del Gran Chaco viene denunciando de que, a pesar de la cuarentena obligatoria, no se ha detenido la construcción de una carretera. Y, por tanto, el Gobierno está poniendo en riesgo la salud de nuestras hermanas y hermanos.
Las mujeres y pueblos indígenas somos parte de este planeta, aportamos al desarrollo y ya estamos cansadas de las medidas asistencialistas de los gobiernos. Hoy hacemos un llamado para que se garanticen nuestros derechos humanos, principalmente, el de la salud y a nuestra seguridad y soberanía alimentaria. Mientras tanto, nosotras vamos a seguir resistiendo desde nuestra organización, desde el ejercicio de nuestro derecho a la autonomía, a la libre determinación, desde nuestra defensa irrenunciable a la vida, desde nuestros saberes y prácticas ancestrales, para caminar con seguridad hacia el buen vivir y la vida plena»

 

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